Otro tema que encontraran
frecuentemente en este blog son reflexiones sobre la depresión, mi depresión para
ser más exacta; ya que no me siento con el derecho de hablar de la condición de
alguien más. Hoy desperté un poco mejor, no me siento pesada, no me molesta la
luz del día. Sin embargo la depresión es algo que aun en los días “buenos” está
presente. En lo personal, yo lo siento como una sanguijuela pegada al cerebro,
cada día la siento más grande y siento que le apetece más el hemisferio
izquierdo de mi cerebro. La depresión es una sanguijuela que crece y devora toda
lógica. La depresión me ha dejado postrada en la cama por días, sin dormir. La depresión
me ha llevado a salir del departamento y correr lo más lejos que pueda, me ha
llevado también a los lugares más profundos de mi mente y a los edificios más
altos de mi ciudad. La depresión es una guerra sin presupuesto, una guerra con
soldados sordomudos y ciegos. Es un padecimiento que agota, envejece y mata.
Llevo a la depresión de la mano como un pequeño niño, o la depresión me lleva a
mí? Lo que si tengo seguro es que llevamos mucho tiempo juntas, a veces nos
entendemos y a veces nos golpeamos, pero siempre está conmigo. He aprendido
mucho sobre la vida a través del sufrimiento, porque la depresión no te deja
vivir. También te limita, te quita el valor de emprender tus sueños, te deja
atrapada. Me parece increíble como la mente me puede hacer esto, llevo mucho
tiempo jugando con la locura. No creo que sea sano. Pero qué es la vida sin la antítesis
de la razón? En todo se encuentra una dualidad, sin ambas partes de un
argumento no se puede ver todo el panorama. No se puede vivir la vida en un
estado permanente de felicidad, puesto que la felicidad es sólo eso, un estado.
Por eso aprendo y sufro con mi depresión, es una relación de amor/odio (está
bien, tiene un poco más de odio) pero aun así decidí aprender de las pocas
señales que recibe mi cabeza en este momento. Honestamente lo peor de esto es
el miedo, a que nada valga la pena. El miedo a ese día en el que en verdad pase
algo más, en el que haga algo “estúpido” o me pierda por completo. Es el miedo
que te dice que nada en la vida es real, todo se lo lleva la muerte y el
tiempo. Esto te hace sentir insignificante, no por creerte menos que el resto
del mundo, sino por sentirte igual que ellos.